¿Qué tienen en común las tiendas de ropa, los supermercados y grandes superficies, las droguerías, las salas de cine e incluso las campañas electorales? Una posible respuesta es que todos ellos albergan a un gran número de visitantes o consumidores, aunque no siempre, por lo que no es la solución a la incógnita. Marketing olfativo, esa es la respuesta.
Cualquier establecimiento o franquicia posee un aroma característico, un olor que, con el transcurso del tiempo, acaba asociándose a los productos que alberga y comercializa en su interior. No hay más que entrar a una sala de cine para percibir un apetitoso aroma a maíz dulce y salado, o pasar por los alrededores de una panadería y desear con ansiedad una barra de pan caliente con el objetivo de degustarla. El deseo de ingerir alimentos al percibir un aroma agradable a comida es algo tan antiguo como la existencia de los cinco sentidos en el ser humano. Lo que no es tan antiguo es el marketing olfativo.
El marketing olfativo es una estrategia que consiste en asociar un aroma a un producto, marca, establecimiento, institución e incluso ideología. De la misma manera que se asocian los colores, los emblemas o los valores a una empresa o institución, el marketing olfativo trabaja con las reglas psicológicas de la asociación y con la simulación de la experiencia para lograr unos resultados óptimos en lo que se refiere a la aceptación por parte de los consumidores o usuarios.
El sentido del olfato es el que más indefenso está; un olor no hay que leerlo, no hay que mirar específicamente a un lugar concreto del establecimiento para percibir los valores de la institución o el eslogan. El ser humano recibe los olores al instante y al mismo tiempo que respira. El marketing olfativo no consiste simplemente en perfumar, sino que, como toda estrategia de marketing, es algo más complejo y premeditado, y su objetivo es la diferenciación.
Según los expertos, existen tres variedades diferentes de marketing olfativo. Cada uno se caracteriza por una utilización del aroma muy determinada. Cuando se utiliza el aroma o perfume en las instalaciones como olor corporativo, es decir, para que el consumidor o usuario asocie el aroma al logo y los valores de la empresa o institución, se dice que el aroma cumple una función de identificación; cuando un aroma determinado se utiliza porque guarda relación conceptual con el tipo de productos que se comercializan u ofrecen, se dice que el aroma cumple una función asociativa. El aroma a palomitas de maíz en las salas de cine es un ejemplo de ello. También puede suceder que el aroma en cuestión reproduzca el olor del producto que se comercializa en el establecimiento. A esta última clase de aromas se les denomina aromas reproductivos.
Se podría afirmar que apenas existe en la actualidad ninguna gran marca que no haya sucumbido al marketing olfativo, una estrategia que, aunque antigua, está rejuveneciendo y aportando conceptos e ideas renovadas.