Si existe algo constatado es que la producción cárnica que ofrece el sector español, consta de un producto de excelente calidad y con una garantía en sostenibilidad abrumadora. Si bien es cierto que la producción de carne en España es elevada, dista mucho del tipo de macro producción que se realiza en otros países.
Es un hecho que España es garantía de seguridad alimentaria, bienestar animal, sostenibilidad y trazabilidad, así como de innovación en técnicas de producción y respeto por el medio ambiente. Por otro lado, los consumidores ya tienen consciencia sobre la alimentación y sobre los beneficios de una dieta equilibrada, con un consumo de carne reducido.
Esto se demuestra en datos que han sido pasados por alto en declaraciones realizadas recientemente por el Ministro de Consumo, y que hacen proliferar una mala concepción acerca del consumo de carne en el país, ya que, éste no ha hecho más que descender en el caso de la carne de vacuno en las últimas dos décadas, según datos de Statista (Consumo per cápita de carne de vacuno en España 2010 -2020). La población ya es consciente de todos estos hechos, así como de la importancia de puestos de trabajo en zonas rurales y en producción extensiva. Demostrado por Virtatis, la Asociación de la Industria Alimentaria de Castilla y León, donde el 71% de sus 401 industrias, ya opera en el medio rural.
La FAO sitúa al sector ganadero como responsable de menos del 10% de los gases de efecto invernadero procedentes de la actividad humana. No significa que sea un valor de escasa importancia y, sin duda, sobre el que se debe trabajar, pero no es ni por asomo lo apocalíptico que se nos quiere hacer ver. Precisamente, ya existe además una normativa muy estricta, vigente en España, que regula dónde, cómo y cuándo deshacerse de elementos contaminantes producidos por los animales, como la aplicación de purines porcinos, empleados como fertilizante orgánico. En definitiva, el sector cárnico español tiene por delante margen de mejora en multitud de aspectos, y, sin duda, acciones coordinadas entre las empresas ganaderas y el Gobierno pueden resultar enormemente satisfactorias para conseguir una transición a una producción más sostenible, si cabe, que la actual.
Sin embargo, no es permisible que desde el Gobierno se lancen campañas de actuación y cambio, basadas en “apoyo moral”a las empresas, y no una verdadera propuesta de transición e innovación que asegure el mantenimiento adecuado de un sector que emplea, de forma directa, a más de 500.000 personas en todo el país.

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